Un sacerdote, un eclesiástico, era un ser especial, un elegido de Dios que debía actuar de acuerdo con la doctrina católica. Pero no siempre era así porque los clérigos también pecaban, con más frecuencia de lo que las autoridades de la Iglesia católica hubieran deseado. En esta obra las autoras centran el análisis en una de las faltas más graves para las jerarquías eclesiásticas como eran los amancebamientos de religiosos en una búsqueda de explicaciones de los fundamentos de la organización social de la época. Antonio Irigoyen López.