Héctor Izaguirre transita en sus poemas la angustia que agobia al alma de los primigenios habitantes, Adán y Eva. Corre por sus venas la culpa que los arrojó del Paraíso y los transformó en eternos desterrados. Es la angustia del hombre que debe enfrentar solo su destino, un camino incierto, plagado de voces que resuenan como ecos de su pasado. Y la soledad y nuevamente el destierro. “El destierro, desde inicios no une. // y debiera hermanarnos. // Debiera. Graciela Bonnín Este poemario amalgama exilios, peregrinación y culpa, trascendiendo lo bíblico. Allí el Paraíso y “su Paraíso”, el del escritor se conjugan. El amor, como alarde romántico, consustanciándose con la naturaleza, se suma a las ansias de poder, como allí se afirma, y gestan la culpa de la que somos herederos, aunque aparentemente, no nos sintamos culpables. Los sucesos posteriores generan un paralelismo con Abel y Caín. El bien y el mal, en un ámbito en el que nuestra región es el escenario presentido. El destierro se transfiere como un lúdico reproche. Más allá del tiempo, todo cambia y sin embargo, todo se repite, sólo cambian “los ropajes”. Y entre expulsiones, guerras y derrumbamientos, un coro de voces amigas nos posibilitan transitar por la belleza de este libro: otro Paraíso. Liliana CergneuxLa voz hecha poesía de Héctor César Izaguirre tiene un aura de misterio luminoso que se revela magníficamente con versos cargados de metáforas e imágenes plenas de lirismo, en las que la verdad infalible brilla con increíbles destellos que descubren: el amor, el dolor, el miedo, el desamparo y los interrogantes que envolvieron a Eva y Adán, a los dioses creados por el hombre, a los pájaros humanos y a los poetas que vivieron y viven una sinfonía perpetua que los guiará al esperado regreso DE LA LUZ PRIMERA…Cielo Vega