El Jazmín que nos devolvió la sonrisa es el relato minucioso del libro de una vida que pudo haber escrito o estar escribiendo cualquiera de nosotros…Marcela y Mustafá se aman, se eligieron uno al otro para vivir juntos, la vida. Van por los días haciendo sus destinos. El trabajo, el hogar, la familia, los amigos. Una pareja que como tantas otras, suman en el día a día, cientos de pequeños esfuerzos para construir un futuro en el que los hijos, sin duda ocuparán el lugar más cuidado y valioso. Felices, atareados, corren por las horas para hallar el tiempo de reunirse, de tener sueños de alegría… Esta historia, comparten papá, mamá, Rania y Josefina hasta que la fatalidad se cruza en sus caminos enfrentando al más grande de los dolores: la pérdida para siempre de Josefina. El mundo entero se desploma sobre ellos. De golpe están sentados en el medio de la nada, todo a su alrededor pareciera no existir. Sin embargo podrán re armarse, la pequeña Rania los acompaña desde su inocencia y amor. Han visto también pasar por este calvario a amigos. Han sufrido, llorado por ellos y como ellos. La vida aguarda, la revelación se presenta una tarde al regresar a la casa. Un suave y particular aroma de jazmín llenándolos de ternura, de bienestar, hablándoles de Josefina, fundiéndolos en el más grande, significativo abrazo de amor, compromiso y un camino que aguarda para que cada uno pueda ser quién es de la forma que puede. Entonces se produce el milagro en el anuncio de un nuevo embarazo; llega Isabella y como expresa el autor: volvemos a aprender a vivir.
“Entonces nos damos cuenta que la vida no es una lucha, es un camino propio donde nosotros somos los que tenemos la única y exclusiva potestad de decidir de qué forma transitarla, caminarla o simplemente vivirla”.
Caminando los casi 800 km del Camino de Santiago, con la mochila que cada uno lleva sobre la espalda al andar por la vida, dice:
“Todos tenemos en nuestra mochila alguna cruz que transportamos. Aprendamos a llevarla y que también esa cruz sea un motivo para encontrar la paz. A partir de ahí hago crecer mi espíritu y logro dejar un legado de vida a mis descendientes y personas que me rodean, si consigo transmitirles, que el hecho de vivir es el obsequio más importante”.