Un poema es como un perro con rabia. No escoge su víctima, muerde al que se le presenta. Pensamiento que nos traslada, sin escalas, más que a la arena del debate a una piedra de sacrificios colmada de preguntas: ¿Qué extraño hechizo es éste que nos asalta casi por sorpresa, sin anestesiar ni discriminaciones? ¿Un poema es hijo de la inspiración o padre del desasosiego? ¿Debe estar más cerca del dolor que el amor o viceversa? ¿Es la poesía diálogo abierto o permanente monólogo? ¿Uno es quien se asoma a ella o es ella la que lo elige a uno?... …En poesía como en cualquiera de las artes, se puede admirar el talento de una persona aunque no se comparta sus opiniones. Por fortuna, la literatura está cimentada no sólo por ideas sino por obras. Y es allí en donde hay que coincidir.