Una antología no es una suma de partes. Es un producto. Un producto jalonado por tiempos. Tiempos que se integran en su espacio. Cada poema es fruto y des-cubrimiento. Fruto cosechado paso a paso. Fruto del sí mismo y, a la vez, descubrimiento de ese sí mismo hecho palabras, palabras acotadas y palabras extendidas, esas que han sido nombradas como versos que son, no sólo extensión de la mirada, abrillantada entre las yemas de dedos sensibles, perspicaces, peregrinos, creadores de mundos posibles, aperturas a futuro, sino agujas del tiempo desgranado, bordadoras de anhelos. Para algunos, inicios de senderos; para otros, rutas paralelas, brazos, ramas, meandros, laberintos, abismos, cielos. Para algunos, realidades transpuestas, metarrealidades. Para otros, metáforas, alegorías, símbolos, extrañamientos, ensoñaciones, sueños. El sentido. El sin-sentido. El contra-sentido. El juego y el anti-juego. La denuncia, el testimonio, la nostalgia, la espera. Y, sobre todo, el disfrute. Anudamos y des-anudamos. Intrincamos y allanamos. Buscamos nuestra poética. Hacemos y des-hacemos. Sorprendemos al otro que tenemos dentro y lo hacemos decir (y nos sorprende). Enfrentamos los miedos. Los NO. El pensamiento se convierte en hechos. En éstos. Kelly Gavinoser