Quizá porque el destino del hombre es la incerteza constante, la eterna negociación con la incertidumbre y la premura por adivinar qué le espera, cómo y cuándo, el río aparece como escenario perfecto para deslizar el verso y acariciar la tierra que se ama. Este poema de Héctor Izaguirre muestra cuánta riqueza hay en el historia mítica del Gualeguay y cuánta pasión habita en sus desvelos. Laura ErpenIzaguirre sabe que el Gualeguay es un río a medias, a la mitad, en mitad. Un río entre ríos, Que abraza o desabraza. Por eso hace de este río, que tiene del felino su rugido y tanto vocerío, el cauce de un nuevo río: el del latido. Digo esta antologada pieza de orfebrería, esta forma de conocimiento que luminosamente nos permite llegar a su etimología: qué agua! , cuánta agua!. Felizmente. Luis Alberto Salvarezza Génesis. Mitos. Antología. Poema que da cuenta del profundo conocimiento que tiene el autor de nuestra literatura. Izaguirre interpreta, analiza, reescribe. Enlaza, juega con los poetas, con sus personajes. El paisaje canta, se adueña del poeta. Las voces recorren el sinuoso cauce gualeyo que soñó Ñamandú. Iluminan el recorrido y, por instantes se acercan a lo ensayístico. O descienden, haciéndose memoria, engañando a la muerte. Esta caudalosa sinfonía trasciende, ha echado raíces. Betina Scotto La arquitectura de este extenso y valioso poema nos arrastra como un río a veces tumultuoso y otras veces apacible, hacia otras voces, otras miradas y hace posible en sus remolinos, un mágico encuentro con los otros, con sus voces y con el resplandor de sus lenguajes que se confunden con nuestra propia voz y nuestra sangre entrerriana, dándonos la posibilidad de encontrarnos a nosotros mismos viéndonos en el espejo de nuestra genealogía. Julio Vega