Misteriosa presencia es ésta. Aun los que dicen no gustar de la poesía la llevan junto a sí, o, tal vez, dentro de sí. Es la que nos permite ver la belleza de un paisaje, la floración de los capullos, sentir la vaga -saudade- de un crepúsculo, cuando el atardecer se ha extendido en nubes caprichosas que dibujan imágenes que pretendemos adivinar. Misteriosa presencia al lado del poeta, al lado del lector. En ella se dan la mano todos los recuerdos, todos los goces, los deseos, las lágrimas del corazón y las sonrisas. Y siempre existirá alguien que vuelque todo eso en nuestras manos, para nuestros propios sueños y nuestra realidad del vivir. Aquí están algunos de ellos. En ésta, que está aquí, en este libro: Misteriosa presencia. Sara Arruez