A El Enviado yo lo llamé. Quise que viniera a ser mi portavoz., a que dijera con todas las letras mi indignación, mi impotencia, mi asco para quienes encumbrados en el poder se embanderaban en egoístas campañas ahítas de engaños y miserias.Necesitaba que él, capaz de confrontar verdades como solo lo pueden hacer los héroes o los locos, viniera cargado con su memoriosa sapiencia y devolviera, aunque fuera en dosis homeopáticas, las incertidumbres y los miedos.Luego, insensiblemente, El Enviado se liberó de mis manos, comenzó a tener vida propia, y a semejanza de los seres vivos, nació, creció, se reprodujo…Pero no murió.